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Escribir tal vez es la forma que tengo para desnudar mi alma, el abecedario me regalo 27 letras, con las cuales me ha dado infinitas posibilidades para bailar cuando la intensidad se apodera de mi…

Tal vez me apropie de este blog como una especie de diario de aprendizajes, como un diario de desahogo personal, y lo hago público, porque he aprendido que mis letras también han sido compañía de otras vidas, y estas en algún punto tal vez también ha descrito sus propias experiencias…

Para no dar mas rodeos, ahora si les cuento, el cuento de hoy…

Allí, en esa habitación estamos nosotras, en nuestro rol de madre e hija, en medio de una noche de un ventitanto de enero y en un momento de esos que no se pueden dejar pasar unas palabras de esas que denominaríamos “profundas”.

En ese momento, los corazones se abrieron, se expusieron, se desarmaron…

Este amor de madre, tan hermoso y a la vez tan imperfecto, es el mismo que ha ido puliéndose con el paso de los años, y el mismo que quiere guiar a esa niña que apenas empieza a andar el camino…

Anoche, ella abría su corazón, sus ojos expresaban su angustia, y yo sentía su dolor.

No puedo negar que ver esto, me espichaba el corazón, podía sentir el amor que le tengo y la intención de que nada le pasará nunca… pero a la vez y si te fijas bien en lo que te acabo de decir, también sentía temor, temores que con el trabajo de campo de madre diario intento develar y soltar…

Bajo la lupa de esos temores, tal vez en esos momentos, uno como papá quisiera inyectarle al hijo, lo que uno ha aprendido y crecido a través de la experiencia, de los años, y los “daños”, porque supuestamente es la experiencia que llevamos encima la que nos ha hecho más sabios y la que nos ha descrito el camino que no solo nosotros, sino ahora nuestros hijos “deberían” seguir.

Hoy, después de unas horas de distancia mental y emocional de esa conversación, y después de darle permiso a que mi ser piense y sienta lo que necesite con respecto a lo que envolvió ese momento de charla entre mi hija y yo, me he podido ver, como si esta experiencia tan solo fuera el regalo de un espejo que me deja ver mis luces y mis más oscuras sombras…

Agradezco este espejo tan confrontante, y tan doloroso de sentir por momentos, pero tan valioso para la transformación no solo mía sino también de mi hija, pues cuando tu sanas, todo el alrededor también… comprendo que cuando se ven las cosas desde el amor, el alma por fin se puede descargar y se puede liberar del peso de la mente…

Anoche, cuando la escuchaba desde mi angustia, sentía la necesidad de decirle a ella como tenia que ser, como tenia que actuar, como tenia que vivir… pero sabia que eso no pasaría de ser palabras que se apagarían en cuanto cerrara mi boca

Pero a hoy, entiendo que mi amor hacia ella, es lo máximo que la puede acompañar, mis oraciones, el abrazarla cuando llora, el pedirle a Dios que su sabiduría guie mis palabras y no mi propio juicio, hoy comprendo que amarla, es confiar en ella, es darle permiso a que crezca, enfrente y maneje sus propias experiencias confiando en que la verdad que habita en ella la guíe aun mejor de lo que yo podría.

No puedo asegurar que mi arrogancia de mamá “sabelotodo” no volverá a aparecer, pero creo que cada nueva experiencia me seguirá enseñando, me seguirá estirando y seguirá rompiendo los bloques de ego que se han interpuesto entre el corazón de mi hija y yo.

Sea esta el momento para dar gracias a Dios por la vida de mi hija, por la maestría y sabiduría con la que fue equipada, por las enseñanzas que guarda cada experiencia, por ser reflejo de mi propio ser,y por escogerme como acompañante en este abrir y cerrar de ojos.

Mamá