Cada día se prende el sol, suena una alarma a lo lejos, y el mundo empieza a despertar, las luces se prenden, los carros empiezan su ruta, los niños entran a sus escuelas, y todo empieza a andar a medida que el reloj también anda.
Por la calle, en oficinas, en carros, en casas o donde se busqué se pueden distinguir unos personajes muy particulares, se levantan aun cuando la luz del sol no se ve, organizan, planean, corren de un lado y al otro, asumen responsabilidades más grandes de las que pueden sobrellevar, y empiezan a darle ritmo a su pelotón día a día.
Estos personajes no nacieron para caminar a paso suave y delicado, o para hablar con la mirada baja y sonrisa de maniquí. Nacieron para vestirse de fuerza, en su mano izquierda empuñan esperanza y en la derecha su sabiduría, son de las que hablan fuerte, las que dicen si cuando quieren y responden no cuando no les interesa, son de esas almas sensibles pero más fuertes que el pilote del edificio más alto, cuando caminan dejan huella, y no desgastan su energía en lo inútil, y saben lo que SON.
Dejaré de hablarte con analogías para hablarte con nombres propios, a este personaje le llamamos: Mamá; Bellos instrumentos generadores de vida, con muchos aciertos y otros tantos desaciertos, pero siempre haciendo lo mejor que pueden desde lo que es lógico para ellas, bellas guerreras que nunca merecen ser olvidadas sino más bien honradas.
Con el permiso tuyo, hoy quiero dar un reconocimiento especial a esas madres solteras, las mismas que cada mañana se arraigan del amor como su motor, las que día a día le dan dirección a su barco independiente del nivel de la marea, las que un día tuvieron que coserse el corazón para brindar amor al chiquito que hoy las acompaña y las que en cada amanecer vuelven a levantar su frente, vuelven a empezar, y vuelven a creer.
Independiente de tu edad, eres la generadora del milagro más grande: El milagro de dar amor.
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